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LITERATURA POR KARINA OBERTINI
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11 de Noviembre, 2012    Cuento

EL CEIBO



EL CEIBO

Érase un pájaro rojo, muy inteligente, que disfrutaba de sus vuelos y aventuras.





En su experiencia observó que donde fuera que iba, siempre había un árbol que tenía espinas en las ramas. Pero eso no lo espantó a pararse en ellas, porque el árbol, siempre que no se le caían los brazos, por el invierno y por ser joven, estaba con los brazos abiertos, ¿qué paradoja no?





Entonces concluyó que sus espinas eran sólo la coraza que lo protegía, ya que tendría miedo de que lo hirieran y no era porque fuera malo. Es más, le pareció muy importante e interesante que estuviera en todos los climas y territorios de la Argentina. Así, esa vez, decidió posarse, hecho que no fue fácil, porque el árbol no estaba acostumbrado a recibir visitas, más que al vuelo, por sus semillas. El árbol se mostró molesto y testarudo. Creyó su presencia, una amenaza, una burla o una conspiración contra él. Nunca pensó que alguien quisiera estar con él. Pues, ¿qué buscarían?






El pájaro no dijo nada y comenzó a cantar. De repente paró y dijo: -¿sabés que sos el único árbol que he visto que puede encontrarse en cualquier lado? A lo que contestó:
-¡basta pájaro, no vengas a amedrentarme con que no soy el único, y que no soy importante. Tu intención no es más que reírte de mí, toma tu cuerpo y vete volando.
-Para nada, escucha bien. No tienes de que defenderte, ya que te estoy diciendo que eres el único capaz de soportar el frío, el calor, todo tipo de suelos. Debes ser un árbol fuerte, aunque tu madera parezca un corcho. Si bien es cierto que hay muchos como tú, eso es bueno porque no estás solo y tal vez sean familiares tuyos.





Continuó el ave: -sé que no te puedes mover, pero yo puedo ser tus alas.
El árbol se sacó la coraza y dejó de estar a la defensiva -¿así que puedo estar en cualquier parte?
-Sí y yo te voy a ayudar -¿qué le quisieras decir a otro árbol del norte?
-Quisiera que también sepa lo que me dijiste, y que me gustaría reunirme, pero no puedo moverme -contame, ¿qué se siente poder ir a donde quieras? Perdón, ¿cómo te llamas?
-me dicen el Colo, ¿y vos?
-Rosa el Ceibo.
-Mucho gusto -exclamó el pájaro.
-Cuéntame de tus andanzas. -pidió el árbol porque era algo que le interesaba.
-Es hermoso poder volar. Es que ves todo desde arriba, podés ver el mundo desde otro lugar. A medida que te alejas ves más. A veces nos encontramos en el cielo y jugamos carreras; otras me encuentro con pajaritas de la cuales me enamoro, a veces te dan bolilla, a veces no. A veces competimos por las chicas. A veces juego a pasar cerca de las cosas, al ras. El otro día había un hombre sentado en la plaza, en el banco, estaba triste. Solo tiraba semillas a las palomas y cuando me vio, se sorprendió, había visto en mí una brasita en medio de la nube gris y blanca de las palomas. Me arrojó semillas para que comiera. De a poco fui acercándome y el hombre cada vez me prestaba más atención. Hasta que abrió su mano para que yo me parara y comiera. Así lo hice y el hombre sonrió. Para que se diera cuenta de lo importante, le comencé a cantar. Él sonrió, después me fui.
Así pasaron el día charlando. Luego el pájaro rojo se fue. Al otro día volvió y esta vez el árbol le contó como crecía, como era aferrado a la tierra. Iba y volvía el ave. Así fue por un mes. Luego viajó más lejos, e hizo lo que el árbol le había pedido: habló con cada árbol que encontraba.




Al volver, le contó de sus diálogos con los demás árboles. El ceibo estaba muy contento. Hasta que se hicieron tan amigos que el ave se quedaba a dormir en el ceibo y ya no le interesaba viajar.







Quería pasar todo el tiempo posible con su buen amigo, hasta que tuvo que partir cuando llegó el otoño.






El ceibo entristeció por su partida, pero su amigo había dejado su impresión en el alma del árbol. Lo tenía tan adentro. Recordaba los buenos momentos que pasaron juntos y lo felices que fueron. Lo llevaba tan adentro, que cuando fue la primavera, el pájaro rojo floreció en sus ramas convertido en flor. Porque querer tanto a un amigo, hace florecer la amistad y cada primavera se podía ver, lo que el árbol llevaba dentro.






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publicado por karinaobertini a las 18:09 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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SOBRE MÍ
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Karina Obertini

Karina Elizabeth Obertini. Nació en témperley el 28/10/1978. profesora de educación física. Escritora desde los siete años. Escribe en los tres modos literarios. Sus libros: "Puro amor"; "Lo abarcas"; "En el aire"; "Queridos hijos"; "Queridos amigos"; "Queridos madre, padre y familia"; "Mis miedos"; "Queridos médicos; "A parábolas". Seudónimo KEO entre otros. Socia de la SADE. Par

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