La
risa
En el hospital un niño
estaba enfermo y la persona que lo acompañaba sabía que en cuestión de minutos
el niño moriría. Pensaba también que si no dejaba de reír, eso no lo dejaría
irse. Así que le contó un chiste tras otro y el niño se reía sin parar. El acompañante
no paraba de contarle chistes y pasaban los días, hasta que no sabía más
chistes y empezó a inventar. Cuando no sabía más chistes los repetía y pasaron
veinte días. El acompañante dejó de contar chistes, ya que del cansancio se
durmió. El niño, sin embargo, seguía riéndose porque se acordaba de los chistes,
se los contaba; reía y no moría.
El niño, ahora hombre,
había aprendido a contar chistes.
Había aprendido a reír.
Había aprendido a
curarse.
Por Karina Obertini
10/10/13