CAPÍTULO II
HADAS CUENTO 2
HADA
Había una vez un hada que estaba estatuificada en una cadenita que
llevaba Cora alrededor de su cuello. No se movía y estaba a la espera de un
apuesto príncipe que la liberaría.
La portadora de la cadena quería ser un hada, por eso tenía ese
collar. Un brujo le iba a entregar a un corcel alas. Cuando la enamorada de
Cora lo supo, desafió a pelear al corcel para obtener dichas alas. Le ganó al
caballo las alas, y se las dio a Cora, pero Cora no las quiso. En un segundo
intento, entró a hurtadillas en el laboratorio de la facultad e hizo mezclas
hasta que produjo el polvo mágico, lo puso en una bolsita y se lo regaló a
Cora. Pero tampoco lo recibió. Como Cora no aceptó las alas su enamorada
decidió aprender a volar con sus brazos, para luego enseñarle a Cora. Sabía que
no lo lograría, pero ella valía la pena. Practicó con un paraguas, con una
capa, con un ventilador, con los pollitos, con carrera, con una barita,
tirándose al agua; pero no lo conseguía. Y si no lo conseguía no se lo podría
enseñar y no podría ser un hada. Tanto que cayó al agua vio a las aves del mar,
vio a la raya volar, así que le enseñó a Cora a volar en el agua, ya que su
enamorada Corina sabía nadar. Le enseñó a ser un hada del agua, pero Cora dijo
que le faltaba la magia. Tenía razón, las hadas tenían un polvo mágico que
esparcían y despertaban a las flores dando apertura a la primavera. Su
enamorada notaba algo especial en ella, que, cuando volvió a respirar, le llegó
el perfume que Cora irradiaba y llegó la primavera, su enamorada se despertó.
Así Cora se enamoró de la flor y el hada de su cuello fue liberada dando lugar
a un hada en el corazón.
Cuando lo que somos entra en el corazón podemos dejar de
sostenernos por lo material. Ya no necesitamos lo que se ve, sino, vemos con lo
que sentimos.